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La Ecléctica Biblioteca de Babel (I)

Creo que fue mi amigo Wolfman el que me comentó por primera vez, por allá en el penúltimo o tal vez el último año del siglo XX, algo que en mi memoria quedó registrado como la siguiente afirmación:

"El internet es la biblioteca de babel"

También quedó registrada mi respuesta al comentario, como una tal vez un poco impetuosa exclamación:

"Verga... ¡Qué comparación tan arrecha!"

Hasta hoy no me he preguntado si aquella "comparación tan arrecha" había sido una idea original de Wolfman (si fue él la primera persona en este mundo a la que se le ocurrió), o si había sido más bien algo que él había leído ya en algún lado y que había asimilado.

Eso no fue relevante para mí en aquel momento, y continúa teniendo poca relevancia (aunque me gustaría saber, por curiosidad, a qué lector de Borges se le ocurrió la comparación por primera vez). Simplemente asimilé, igual que él, la comparación, y de esa manera, el concepto de "internet" se convirtió en una frase alternativa para llamar a mi memoria el conjunto de elementos que en mi psiquis están agrupados bajo la frase principal: "Biblioteca de Babel".
Este conjunto de elementos nació gracias a la lectura, muchos años atrás, probablemente en los primeros años de la década de los 1990, de La Biblioteca de Babel, un cuento de Jorge Luis Borges (los que no lo hayan leído, léanlo, es excelente).

Entra en escena: nuestro amigo el Google.

Colocando en el campo de búsqueda internet biblioteca babel, google me devolvió aproximadamente 281 000 vínculos a páginas que hablan de la (oh, que cosa tan inesperada) entre ciertos círculos famosa comparación, incluyendo entre ellos, naturalmente, blogs (al menos vi uno) con ese nombre.

Y como siempre en estos casos de investigación semi-ociosa, concentrándome en los 10 primeros vínculos que google me mostró en la primera página de búsqueda (una especie de "probar suerte" extendida, no revisé las aproximadamente 28 099 páginas de vínculos restantes), encontré un excelente ensayo de alguien llamado Martín Hadís, publicado en 2005, titulado: Internet no es la Biblioteca de Babel, ¡Y demos gracias por ello!. Martín dice que se ha vuelto un clásico afirmar que la Internet "es como" la Biblioteca de Babel. ¡Un clásico!. Wow.
Entre otras cosas, alega que los libros de la ficción imaginada por Borges están conformados por combinaciones al azar de todas las letras del alfabeto y que por lo tanto son simplemente un caos, y que a pesar de que en la red hay gran cantidad de contenidos incoherentes e inútiles, hay también gran cantidad de contenidos útiles e interesantes.
El ciberespacio se parece [...] a las regiones urbanas en su señalización y senderos; uno de los negocios más pujantes de la red lo constituyen los buscadores, que intentan imponer orden y trazar senderos, con algoritmos cada vez más refinados, sobre el tendido creciente de páginas y sitios. Estos buscadores logran, de hecho, que la internet se parezca cada vez menos a la pesadillesca Biblioteca que nuestro insigne escritor imaginó.
Como toda creación humana, la internet es [...] finita. A diferencia de la Biblioteca sin fin imaginada por Borges, el ciberespacio tiene una magnitud vasta pero limitada. Para ayudar al lector a contrastar esa medida [...] la cantidad de estrellas en el universo conocido, es de 70.000 millones de millones de millones (7 x 1022). El número total de granos de arena que hay en todas las playas y desiertos del planeta, es de un orden similar, ya que ha sido calculado en 6.63 x 1022. En comparación, Google ha indexado hasta [...] la fecha apenas unas 8000 millones ( 8 x 109) de páginas.
Pues bien. Voy a escribir un poco sobre los "elementos" mentales de mi psiquis agrupados bajo la frase "Biblioteca de Babel" (y accesibles también a través de su frase de búsqueda secundaria: "Internet"). La biblioteca es infinita. Es decir, como en muchos casos dentro de los universos (simplemente) sugeridos por Borges en sus cuentos, queda abierta a la imaginación del lector, por ejemplo, la posibilidad de que quien nos describe la biblioteca (¡un "desconocido"!), dado que es alguien que no la puede conocer por completo, se refiere sólo a la sección de la biblioteca que conoce, utilizando su propio mapa mental, e intenta describirla de manera general, asumiendo que se repite infinitamente tal cual él la conoce (ab aeterno). Es decir, por ejemplo, a pesar de que en el cuento encontramos que "el número de símbolos ortográficos es veinticinco", podríamos pensar que otros símbolos ortográficos (alfabeto griego, kanji o jeroglíficos egipcios antiguos, da igual qué símbolos, mientras sean símbolos que algún ser humano entienda como escritura y pueda decodificar para entender el mensaje que debían transmitir cuando se ordenaron de esa manera específica) están presentes en secciones de la biblioteca que son inalcanzables para el desconocido relator, donde podrían deambular los bibliotecarios que pueden entenderlos o tratar de entenderlos (tal vez hay algunos libros que son tan antiguos, que podrían verse sólo como contentivos de símbolos sin orden aparente que para el que los lee, o trata de leer, -ya- no tienen un significado determinado. Si este lector, o potencial lector, se dedica a estudiarlos, tal vez encuentre algún significado - vaya usted a saber si será el significado que la o las personas que originalmente ordenó u ordenaron los símbolos de esa manera quería o querían transmitir -- especialmente si los símbolos eran, por ejemplo, una simple expresión onomatopéyica de algún idioma mítico sugerido por algún artista con mucha imaginación en un pasado remoto o alguna secuencia gramátical- y sintácticamente correcta de oraciones generadadas por una computadora programada para escribir ensayos denominados en su momento (denominación tal vez perdida en el tiempo) como postmodernos...)

Para nuestro relator desconocido la biblioteca no sólo es infinita en extensión (con sus galerías hexagonales que se comunican "eternamente" con las demás galerías hexagonales), sino infinita en el tiempo, es decir, como aparentemente entiende que la biblioteca siempre ha existido (cuenta que su padre también deambuló por la biblioteca), él asume que siempre seguirá existiendo (y me imagino que sus hijos, - si los tiene, los tuvo o los tendrá - deambularán también por ella). Y por tener esas características de infinidad en el tiempo, existen (¿infinitos?) mitos y leyendas asociados a la biblioteca como tal, que probablemente están escritos en algunos libros que se encuentran en sus anaqueles, o que están siendo creados y escritos en nuevos libros, por personajes que amplían permanentemente la biblioteca, y que nuestro relator aparentemente no conoce... tal vez es por eso que la biblioteca es infinita: porque no es estática, crece permanentemente (¿eternamente?)

No encontré una cifra "real" de las páginas indexadas por google para el momento de publicación de este post, este artículo sea quizá una referencia al respecto. Google es la máquina de búsqueda que más utilizo, y su nombre, por cierto, viene del término matemático "Googol" que es un 1 seguido de 100 ceros, pensado en función de la labor que el motor de búsqueda realiza, indexando automática- y permanentemente un número de páginas que crece segundo a segundo. Utilizaré la cifra de nuestro amigo Martín Hadís mencionada arriba, que, si confiamos en él, es un dato que obtuvo de alguna fuente confiable en algún momento de 2005 (hace, digamos, un año): 8000 millones de páginas indexadas.

Mi cliente de Emule me está indicando que en este momento, con mi conexión actual a la red eD2k, tengo acceso a 906 millones de archivos en las computadoras de 21,5 millones de usuarios.

A estos datos yo los llamaría, la "galería hexagonal" en la que me encuentro actualmente dentro de la "biblioteca", es decir, los "anaqueles" a los que tengo acceso en este momento, los de mi galería y los que veo cuando miro las galerías que se encuentran sobre y debajo de la mía.

El internet como tal empezó a nacer en 1972. En la forma que lo conocemos hoy en día (es decir, a partir de 1990, fecha en la que se creó el world wide web y los protocolos de comunicación empezaron a ser accesibles universalmente) tiene una edad de aproximadamente 16 años.
Una porción considerable del producto humano que se había acumulado durante todo el período "pre-internet" de la historia de la humanidad está ya disponible sobre los "anaqueles" (por ejemplo reproducciones de pinturas, libros de literatura e historia, música, películas de la etapa correspondiente a los primeros 100 años del cine, videojuegos que se originaron en las últimas décadas del siglo XX con los correspondientes emuladores de los aparatos que se utilizaban para jugarlos, software antiguo, (aún) primitivos modelos 3d que permiten observar esculturas o recorrer edificios y ciudades aún existentes y otros que ya no existen...). Y todos los días aparecen más y más anaqueles para poder colocar más y más libros y más y más "bibliotecarios" que los catalogan, con mayor o menor ayuda de "algoritmos cada vez más refinados", como dice nuestro amigo Martín Hadís. Gran cantidad de personas menores a 20 años no conocieron el mundo sin internet (no digo todas las personas menores a 20 años, porque estoy tomando en cuenta la porción importante de la humanidad que actualmente no tiene acceso a la educación ni a los recursos que les permitan "conectarse". Quiero pensar que esa porción será cada vez menos grande, y que pronto podremos comenzar a decir que será cada vez más pequeña).

¿Qué será el internet dentro de, digamos, 1000 años si se conserva todo lo que se ha acumulado hasta hoy, en estos primeros 16 "añitos" y se siguen acumulando "libros" y más "libros" sobre más y más "anaqueles", segundo a segundo, sin que se pierda nada, en esas 10 centurias? Evidentemente no me refiero a los "libros" sólo como una alegoría a los contenidos de los sitios web o de los newsgroups, o de los blogs. Hago alegoría a TODO lo que está disponible cuando uno está conectado a internet a través de los miembros de comunidades P2P o del IRC, por ejemplo, y a todos los nuevos contenidos que podrán ser registrados en "bits", es decir, de forma digital, cuando se encuentre la manera de hacerlo y que serán compartidos con nuevos protocolos de comunicación que se irán haciendo necesarios y que permitirán compartir no sólo textos, imágenes, películas, modelos 3d, libros, software, como hoy en día, sino experiencias sensoriales, olores, sabores... todo lo que la mente humana pueda sentir, conocer, generar... Directo. Personal. De tú a tú. La humanidad interconectada por completo... estén sus miembros donde sea en el espacio o el tiempo...

Lo que pareciera estar comenzando con el internet es el desarrollo de un depósito universalmente accesible para "lectura-escritura" de los registros sensoriales y los productos intelectuales de las mentes de cada ser humano que conforma la humanidad. Una especie de memoria fiel de la consciencia de la especie humana. El comienzo del Zusammenfall der Gegensätze, de la coincidencia de todas las contradicciones, coincidentia oppositorum --- un acontecimiento que Nicolaus Cusanus, en el siglo XIV, utilizó como definición de Dios.

Y Dios es nombrado varias veces en la limitada descripción de la Biblioteca de Babel que, desde su punto de vista, nos ofrece el relator "desconocido" del cuento de Borges. Los limitados bibliotecarios y otros personajes que deambulan por ella creen encontrar indicios de Dios en ciertos aspectos, "reales", "míticos" o "místicos", de la Biblioteca de Babel...

¿Cómo podrá una pequeña mente humana, tal como la conocemos hoy en día, enfrentarse dentro de 1000 años al colosal depósito de cinco o seis milenios de registros de la humanidad (especialmente copioso durante el último milenio del período que estamos considerando)?

El cuento de Borges termina con el siguiente párrafo:
Acabo de escribir infinita. No he interpolado ese adjetivo por una costumbre retórica; digo que no es ilógico pensar que el mundo es infinito. Quienes lo juzgan limitado, postulan que en lugares remotos los corredores y escaleras y hexágonos pueden inconcebiblemente cesar lo cual es absurdo. Quienes lo imaginan sin límites, olvidan que los tiene el número posible de libros. Yo me atrevo a insinuar esta solución del antiguo problema: La biblioteca es ilimitada y periódica. Si un eterno viajero la atravesara en cualquier dirección, comprobaría al cabo de los siglos que los mismos volúmenes se repiten en el mismo desorden (que, repetido, sería un orden: el Orden). Mi soledad se alegra con esa elegante esperanza.
Está bien, Martín Hadís. Estamos de acuerdo. El Internet no es la Biblioteca de Babel. Posiblemente es sólo su génesis.

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