La descubrí por primera vez en la biblioteca de la UNET, por allá en 1999. Era una colección llamada "Feynman Lectures On Physics" (clases de física de Feynman) en tres tomos.
En la introducción (me gusta leer los prólogos, introducciones y agradecimientos de los libros cuando éstos los tienen), el autor decía que se trataba de una recopilación de clases dictadas por él durante un curso de dos años en Caltech a principios de los años 60, adaptadas, por supuesto, para ser presentadas en forma de libro. También decía que tal vez la forma en la que se había concebido aquel curso no había sido muy exitosa... "La instrucción tiene raramente gran eficacia, excepto en aquellas mentes abiertas, donde es casi supérflua", citaba él mismo a Gibbon refiriéndose a los alumnos que realmente, creía, habían disfrutado y aprovechado sus clases durante esos dos años.
¡Qué gran descubrimiento! Gracias a él conté con las agradables presentaciones de Feynman para poder sentir fascinación cuando me enfrenté, entre otros, con tópicos como la termodinámica o la probabilidad por primera vez en la carrera, fascinación que lamentablemente mis profesores no estaban en la disposición (ya que decir "capacidad" sería muy exagerado y no haría justicia a algunos de ellos) de transmitir en sus clases.
Uno de mis capítulos favoritos era el capítulo 22 del primer volumen, llamado "Algebra", donde Feynman presenta "una de las más notables, casi asombrosa, fórmula de las matemáticas", que "desde el punto de vista del físico podría presentarse en uno o dos minutos y listo. Pero como la ciencia es tanto para el disfrute intelectual, como para la utilidad práctica, en vez de invertir sólo unos cuantos minutos en esa joya asombrosa" la enmarcaría "en el gran diseño de la rama de las matemáticas llamada álgebra elemental".
Es simplemente genial como Feynman, en unas cuantas páginas y comenzando con la suma y resta de números enteros, recorre, evolutivamente diría yo, todas las operaciones algebráicas como un cuento para niños, explicando entre otras cosas, el origen de los logaritmos (así deberían presentarlos en bachillerato a los estudiantes que escuchan sobre ellos por primera vez), para terminar prácticamente descubriendo la "joya":
eiθ = cos θ + i sen θ
Tal vez escrita aquí en un rápido y simple post de mi blog, no parezca una joya. Pero en el contexto de ese capítulo, de la forma en que Feynman llega a ella, recuerdo haber experimentado una sublime sensación al descubrirla (ya que sentí que yo la había descubierto también).
De más está decir que fue después de que ya había leído muchos capítulos de esos libros que me enteré más ampliamente de cómo fue la vida de Richard Feynman... yo tenía la idea de que había sido sólo un profesor universitario.
Hoy decidí abrir mi blog y publicar este primer post gracias a que a través de la ecléctica biblioteca de babel, pude agregar a mi colección electrónica una copia de esos maravillosos libros y me entretuve toda la tarde volviendo a leer los primeros capítulos, recordando uno de mis párrafos favoritos, con el que finaliza el tercer capítulo:
Comentario innecesario: En posteriores Posts hablaré un poco más de la sublime sensación y de la ecléctica biblioteca de babel.
En la introducción (me gusta leer los prólogos, introducciones y agradecimientos de los libros cuando éstos los tienen), el autor decía que se trataba de una recopilación de clases dictadas por él durante un curso de dos años en Caltech a principios de los años 60, adaptadas, por supuesto, para ser presentadas en forma de libro. También decía que tal vez la forma en la que se había concebido aquel curso no había sido muy exitosa... "La instrucción tiene raramente gran eficacia, excepto en aquellas mentes abiertas, donde es casi supérflua", citaba él mismo a Gibbon refiriéndose a los alumnos que realmente, creía, habían disfrutado y aprovechado sus clases durante esos dos años.
¡Qué gran descubrimiento! Gracias a él conté con las agradables presentaciones de Feynman para poder sentir fascinación cuando me enfrenté, entre otros, con tópicos como la termodinámica o la probabilidad por primera vez en la carrera, fascinación que lamentablemente mis profesores no estaban en la disposición (ya que decir "capacidad" sería muy exagerado y no haría justicia a algunos de ellos) de transmitir en sus clases.
Uno de mis capítulos favoritos era el capítulo 22 del primer volumen, llamado "Algebra", donde Feynman presenta "una de las más notables, casi asombrosa, fórmula de las matemáticas", que "desde el punto de vista del físico podría presentarse en uno o dos minutos y listo. Pero como la ciencia es tanto para el disfrute intelectual, como para la utilidad práctica, en vez de invertir sólo unos cuantos minutos en esa joya asombrosa" la enmarcaría "en el gran diseño de la rama de las matemáticas llamada álgebra elemental".
Es simplemente genial como Feynman, en unas cuantas páginas y comenzando con la suma y resta de números enteros, recorre, evolutivamente diría yo, todas las operaciones algebráicas como un cuento para niños, explicando entre otras cosas, el origen de los logaritmos (así deberían presentarlos en bachillerato a los estudiantes que escuchan sobre ellos por primera vez), para terminar prácticamente descubriendo la "joya":
Tal vez escrita aquí en un rápido y simple post de mi blog, no parezca una joya. Pero en el contexto de ese capítulo, de la forma en que Feynman llega a ella, recuerdo haber experimentado una sublime sensación al descubrirla (ya que sentí que yo la había descubierto también).
De más está decir que fue después de que ya había leído muchos capítulos de esos libros que me enteré más ampliamente de cómo fue la vida de Richard Feynman... yo tenía la idea de que había sido sólo un profesor universitario.
Hoy decidí abrir mi blog y publicar este primer post gracias a que a través de la ecléctica biblioteca de babel, pude agregar a mi colección electrónica una copia de esos maravillosos libros y me entretuve toda la tarde volviendo a leer los primeros capítulos, recordando uno de mis párrafos favoritos, con el que finaliza el tercer capítulo:
Un poeta dijo alguna vez: "Todo el universo está en una copa de vino". Probablemente nunca sabremos qué quiso decir con eso, ya que los poetas no escriben para que los entiendan. Pero es verdad que si miramos con suficiente cuidado una copa de vino vemos el universo entero. Contiene las cosas de la física: el líquido en movimiento que se evapora dependiendo del viento y del clima. El vidrio que es un destilado de las rocas de la tierra, y en cuya composición vemos los secretos de la edad del universo y de la evolución de las estrellas. ¿Qué raros conjuntos químicos hay en el vino? ¿Cómo se originaron? Son los fermentos, las enzimas, los sustratos y los productos. Ahí en el vino se encuentra la gran generalización: toda la vida es fermentación. Nadie puede descubrir la química del vino sin descubrir, como lo hizo Luis Pasteur, la causa de muchas enfermedades. ¡Qué vivaz es el vino blanco, que entromete su existencia en la consciencia que lo observa! Si nuestras pequeñas mentes, por comodidad, dividen esta copa de vino, este universo, en partes — física, biología, geología, astronomía, sicología, etc. — ¡recuerden que la naturaleza no se da cuenta de eso! Así que démonos un gusto para terminar: ¡bebámoslo y olvidemos todo!Gracias, Richard. Fuiste uno de los mejores profesores que tuve en la UNET. Por no decir el mejor.
Comentario innecesario: En posteriores Posts hablaré un poco más de la sublime sensación y de la ecléctica biblioteca de babel.
Comentarios
Saludos y buena vibra, pd: no le hagas caso a gregory, a pesar de sus buenas intenciones y su buen criterio, usualmente y de manera continua el 100% de sus actos los hace con el fin de obstinar la paciencia de cualquiera. Solo hay que quererlo y aceptarlo como es!